martes, 24 de abril de 2012

24 de abril, 1965

Así como EEUU mostró su último acto de honor en el desembarco de Normandía, República Dominicana mostró su último acto de honor en abril de 1965...

sábado, 1 de octubre de 2011

No tengo un título para esta nota


Esta mañana, después de dejar mi quincena completa en el pago de un préstamo hipotecario, gracias a las tasas de interés, a los impuestos, a los atrasos y al descaro de un banco de hacer que se venza la cuota del mes de octubre, el mismísmo día primero de octubre, mientras bajaba a pie por la Núñez  de Cáceres hacia mi trabajo en dirección Norte-Sur, pasaron junto a mí unas 12 jeppetas nuevas, de lujo, encabezadas por una hummer amarilla y morada, con luces destellantes como las de la policía, con letreros del candidato oficialista... qué contraste, no? Cuanta frustración sentí... Eso de "hacer lo que nunca se hizo" que predica el señor Danilo me da un miedo irracional o quizás no tan irracional. Tuve ganas de tener un RPG-7 al alcance y acabar con todo esto, esta misma mañana. Algo tendrá que pasar  un día de estos...

jueves, 1 de septiembre de 2011

Recuerdos del 9/11

El 11 de septiembre de 2001 yo trabajaba en un diario que había sido recién lanzado.

En el diario teníamos esa euforia que se adueña de las salas de redacción cuando se trabaja en proyectos editoriales nuevos. El lunes 10 había trabajado hasta muy tarde, pero de todas maneras me levanté temprano, pues esa mañana tenía una reunión con todo el equipo de diseño y los asesores de la firma que estaba a cargo del rediseño del periódico.

Al encender la tele ese martes, lo primero que ví fue aquella torre ardiendo, era la torre norte del Centro Mundial del Comercio incendiándose. Aún no se sabía nada en concreto, parecía que acababa de empezar el fuego.

Mi primer pensamiento fue: “ocurrió un atentado; pero lo descarté de una vez al pensar que  si hubiese sido eso el fuego no sería en un piso tan alto, recordando el atentado de 1993. Hice una llamada y aún con la línea abierta ví cómo el segundo avión se estrellaba contra la otra torre. Recuerdo haber dicho: “Fue un accidente aéreo lo que ocurrió, acaban de repetirlo en la tele”, sin darme cuenta de que se trataba de otro avión que había impactado en la torre Sur.

Segundos más tarde el locutor de la tele lo confirmaba. Era otro avión. Terminé de vestirme y salí disparado con la cabeza hecha un remolino. Ahora mismo, mientras escribo esto y traigo a mi memoria esos recuerdos, siento como me cambia la temperatura. Mientras me dirigía al trabajo en taxi, escuchaba la radio, hacía llamadas, en fin todo era nervios, en las calles todos hablaban de los ataques, era un caos y así mismo encontré la oficina: todos los televisores encendidos, la gente buscando información en internet, escuchando la BBC o viendo a CNN. Dentro de ese caos nos organizamos y la agenda de la reunión que teníamos prevista se modificó, tal y como se modificó la agenda de todo el planeta ese día.

Antes de las once de la mañana ya habíamos elaborado un plan de cómo sería aquella cobertura.

Las noticias seguían fluyendo… El vuelo 77 que se lanzó contra el Pentágono, el cuarto avión  secuestrado , y del que aún no se tenía noticias. A la una de la tarde intenté salir a almorzar pero no pude; tuve que devolverme y seguir en la redacción. Tenía la sensación de que no podía salir de allí. Necesitaba estar informado de todo, saberlo todo. Como si estuviera viviendo en una película y temía pasarme un capítulo por alto.

Cuando vi la noticia de que el vuelo 77 de American Airlines se había estrellado contra el Pentágono, que me dí cuenta de que estabamos asistiendo al inicio de una guerra. Sabía que no iba a ser una guerra convencional y que se llevaría la vida de muchos inocentes, aún así y en medio de tanta incertidumbre, sabía que era inevitable.

Es imposible pensar que un acontecimiento de esa naturaleza sería desaprovechado por la voracidad de los hombres de Washington. Bush y sus alcones Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Colin Powell, Condoleezza Rice, Paul Wolfowitz y Richard Armitage le sacarían el máximo a estos hechos en favor de las políticas económicas norteamericanas.

Ese día mis compañeros de trabajo, y yo hicimos una gran labor, tanto de edición como gráfica. Los infógrafos, elaboraron un trabajo que fue mención en los premios de la Society of News Design y en un congreso en Arizona, en noviembre de ese mismo año, tuve el privilegio de ver como “mi periódico” era mencionado como una de las mejores coberturas periodísticas y gráficas del planeta.

Aquel martes once, en la redacción se sentía el mismo sentimiento que casi en todas partes: impotencia e inseguridad. Mientras trabajaba, pensaba en mi familia, y ese día les llamé a todos y me aseguré de que todos estaban bien. Lloré junto a mis compañeros del diario, mientras veíamos a la gente lanzarse de los edificios en llamas, antes de que ambas torres colapsaran.

También recuerdo, un mes más tarde, ver a la Guardia Nacional en los aeropuertos y las calles de Estados Unidos. En el aire se respiraba la Guerra. Eran muchas sensaciones y sentimientos juntos. La humillación de tener casi que desnudarte en el aeropuerto, el susto que nos produjo el anuncio por el altavoz del avión que “por razones de seguridad” el vuelo en el que iba desde Puerto Rico a Miami, después de casi una hora y media de haber despegado, regresaría a Puerto Rico y al aterrizar nos esperaban policías y paramédicos y dos oficiales del FBI que decían: nadie sube, nadie baja de este avión. Para nuestro alivio resultó ser que el piloto había sufrido un infarto, y había sobrevivido gracias a una doctora que había entre los pasajeros. También recuerdo el sentimiento de compasión y de tranquilidad al mismo tiempo, que sentí por aquella mujer musulmana en el aeropuerto de Dallas Fort Worth, víctima de cientos de miradas que le reprochaban el solo hecho de ir caminando por allí usando una burka que la delataba. Es cierto que todos la miraban, pero también es cierto que nadie se atrevió a agredirla ni con palabras, ni con gestos. Ese fue un ejemplo de lo que significa vivir en un estado de libertades y derechos, que (hay que decirlo) ha cambiado tanto en los años posteriores a los acontecimientos del once de septiembre en Norteamérica y en todo el mundo.

Mientras veía las imágenes en la tele aquel mismo día 11, sentí rabia muchas veces. Admito que apoyé ir a la guerra ese mismo día, pues me sentía seguro al lado de Bush y sus hombres, sobre todo del vicepresidente Cheney, y de Donald Rumsfeld, de quien recuerdo una foto que resaltaba entre las tantas imágenes que se publicaron esos días:  él con el puño cerrado y el brazo medio levantado y un rostro duro y adusto. Una expresión que revelaba lo que se avecinaba sobre Afganistan primero y sobre Irak después.

En Territorio Comanche Pérez Reverte dice: “Desde Troya hasta Mostar o Sarajevo, la guerra siempre es lo mismo” y tiene razón. Sin embargo no niego que  a pesar de los miles y miles de ancianos, mujeres y niños inocentes muertos y mutilados, es imposible pensar que AlQaeda y su Jiyad islámica podían provocar tanto daño sin esperar una respuesta del ejército más poderoso del mundo. Era como esperar que después del ataque a Pearl Harbor, los Estados Unidos no entraran en la II Guerra Mundial.

El día doce de septiembre, después de haber cerrado la edición del diario, nos fuimos a tomar unas cervezas para bajar la tensión de un día de trabajo que duró 16 horas. En cierto modo, me siento afortunado de haber hecho lo que me tocaba desde mi posición y haberlo hecho bien.

Los acontecimientos del Once de Septiembre del 2001 y sus consecuencias nos cambiaron la vida, de un modo o de otro, a todos. Siempre he creido en la tolerancia y a partir de ese día pude entender definitivamente, que ese es el secreto de la convivencia humana en armonía.

martes, 15 de febrero de 2011

Carta a Leonel Fernández


Sr. Presidente.

(bueno, si es que es presidente, porque un presidente hace eso: ejerce, preside. Pero usted, perdón que se lo diga, solo manda en el perímetro comprendido entre la called Dr. Delgado, la calle 30 de marzo, la avenida México y la calle Moises Garcia, pero fuera de ahí, al parecer mandan otros. Usted con su afán de privar en democrático —que eso no es democracia— y "liberal" nos deja a los ciudadanos comunes y corrientes, los que estamos atados de pies y manos para poder mantener al “Estado”, en manos de estos infames que nos tienen en el total caos)

Seria usted tan amable de cumplir con su deber y gobernar por y para el verdadero bien común.

Mire que, como yo hay muchisimos, que están tan hartos de usted (y su, no sé cómo llamarle si, indolencia o ignorancia, además de su indulgencia), como estábamos de Hipólito y sus constantes estupideses, hartos de que nos tenga al margen a quienes subsidiamos al Estado, a quienes doblamos duro, muy duro el lomo para mantenerlo a usted y su burocrática prole de vividores.

Estoy harto de tanto atropello, de tanta indolencia, de tanta falta de autoridad, que deja un vacio que es llenado por tipos de reputación infame como los llamados “sindicalistas” los Juan Hubieres, los Pérez Figuereo, los Antonio Marte, etc.

Tipos que se rodean de delincuentes para hacer lo que usted es incapaz de hacer: gobernar, mandar, hacer que las leyes se cumplan; eso sí ellos hacen cumplir las leyes de ellos que son equivalentes a desorden, caos, abuso, paros sorpresivos de transporte, aumentos inauditos, a sabiendas de que nadie se atreve a ir contra ellos. Ellos son el Gobierno.

¿Sería tan amable, por favor, de explicarme que es lo que usted persigue? Porque no lo entiendo. Yo no sé de alta economía, de macroeconomía, de wallstreet, ni mucho menos. Pero sin importar la fórmula que se use, dos más dos igual a cuatro y eso no es difícil de entender. Acaso usted quiere que la situacion de este lugar (ya hace falta mucho para llamarle país) se vuelva tan caótica e inmanejable que luego haya que aclamarle a usted para que nos salve a todos.

Pues déjeme decirle algo, en este juego las cosas se le pueden ir de las manos, a usted o a cualquiera que ocupe la silla esa, y el fuego nos puede alcanzar a todos!

No se trata de exhibir logros de concreto, todos esos elevados, túneles, metros, etc. no nos sirven de nada, si el tipo que los usa se caga en ellos, se roba la luz roja, no mantiene el carril que le toca, etc, etc, etc, etc… señor Presidente.

Sencillamente, haga algo por este pais, por favor.

Recuerde que hay una masa de gente tranquila, trabajadora, que lo sostiene, que lo mantiene. Y que esa masa de gente abusada por este caos e indiferencia, tiene una mecha, que al parecer es bastante larga, pero sigue siendo una mecha.

Yo (citando más o menos a un poeta puertorriqueño) "estoy ardiendo en esta hoguera, beso al fuego y no me quemo"  y si me quemara, créame si le digo que creo en los sacrificios.

Roberto Severino

lunes, 13 de diciembre de 2010

miércoles, 1 de diciembre de 2010

lunes, 6 de septiembre de 2010

Mensaje de voz

Al levantar el teléfono y recoger los mensajes de voz, jamás imaginé que esa vocecita aparecería. Me hizo trasladarme a otros tiempos, viajar a otras vidas. Me hizo recordar cosas del pasado que ya no sé si las viví, las soñé o las inventé.

El escalofrío que recorría mi cuerpo no era de miedo, sino de angustia, porque el terror de esa diminuta voz ya no me asustaba de tanto oirla, solo me inquietaba... lo que era peor, porque al miedo o huyes de él o le enfrentas, pero a la incertidumbre no se le vence tan fácil. La incertidumbre no te deja mover ni un músculo, ni siquiera el cerebro funciona igual.

"Te lo dije" me repetía una y otra vez, y el mensaje se multiplicaba en mi cabeza haciéndome alucinar con Mark Twain: "en veinte años, estarás más arrepentido de las cosas que dejaste de hacer, que de aquellas que hiciste".

Ya lo sé, ya lo sé le repetía y  cuando sentía desfallecer ante la voz, me llené de fuerzas y despegué el auricular de mi odio y lo lanzé contra una pared, con la fuerza que hace mucho no demostraba tener, haciéndolo mil pedazos.

El ruido de las partecitas cayendo sobre mí, la cama y el piso me hicieron despertar. Si me llamas hoy y no me consigues, deja un mensaje de voz, hasta que compre otro aparato.

jueves, 18 de febrero de 2010

Jornada de vacunación contra la estupidez




De las siete definiciones de la palabra inteligencia que trae el diccionario de la Real Academia Española, mi favorita es: Capacidad de resolver problemas. Porque más que entender o comprender, tener habilidad o destreza, si se tiene la capacidad para resolver problemas entonces se tiene todo.

Pienso en esto a raíz del lamentable accidente ocurrido la semana pasada en el kilómetro 11 de la autopista Las Américas, en donde murieron doce personas, un bebé sin nacer incluido. Inmediatamente este hecho sucedió saltó a la luz pública la necesidad de construir un muro en el tramo en dónde este desafortunado evento ocurrió, para evitar que los autos caigan al mar.

Un muro.

Ok.

Hagamos un muro. La comunidad de El Valiente exige un Muro, la Autoridad Metropolitana de Transporte exige un muro, la Iglesia exige un muro, los sobrevivientes exigen un muro. Los políticos demandan un muro. Todos exigen el muro, así que "let's do it".

Pero, ¡aguarden!
Me pregunto yo (que jodo de vicio según un par de amigos) ¿es esa la solución inteligente o la más fácil para resolver un problema tan complejo como es el de los accidentes de tránsito provocados por el transporte público?

Bueno yo creo que esa es la solución más fácil. Como siempre somos muy prestos y rápidos para buscar salidas momentáneas y fáciles, de corto plazo y de eficiencia mediática. Es entonces, cuando nuestra capacidad para resolver problemas (inteligencia) queda muy mal parada.

Atención: yo también creo que hay que levantar el muro, eso si la Secretaría de Estado de Obras Públicas y Comunicaciones termina su litigio con la Concesionaria Dominicana de Autopistas y Carreteras, S.A., porque mientras no haya una salida judicial en "Las Américas" no se puede poner ni un centímetro de asfalto, según el ministro de la SEOPC. Pero eso es otra historia.

En fin, creo que más que un muro en la autopista habría que construir un muro para los choferes públicos que hacen carreras de minibuses en las calles matando cada año a muchísima gente, un muro a los que aceleran cuando la luz del semáforo se pone amarilla y se van con la luz roja, provocando cientos de heridos; otro muro para los que se paran en medio de la vía a tomar pasajeros y obstaculizan el tránsito, uno bien grande a los que improvisan paradas en espacios públicos y privados; más que un muro, una fortaleza para la Amet, la Opret, la Cart, la O.T.T.T. y la D.G.T.T. ya que todas regulan el tránsito y, al mismo tiempo, ninguna lo hace.

Y por último un enorme muro para contener la estupidez generalizada que no nos permite ver más allá de nuestras propias narices.

martes, 16 de febrero de 2010

Espero tu carta de renuncia muchacho... Mañana temprano...


















Yo, dominicano nacido aquí, de padre y madre dominicanos, dominicano soy y por lo tanto no puedo sustraerme de mi realidad de "dominicanito".

Esa realidad me impone, a veces en contra de mi voluntad, unas condiciones que me mantienen en el "encojonamiento" constante, máxime si me resisto a esos comportamientos y sentencias tan "dominicanos" de "dejarlo así", "qué voy a hacer yo", "total, yo no hago la diferencia", "los políticos son peores" (tienen razón quienes observan esto) y otras muchas frases que no son más que una excusa para perpetuar entre nosotros la lambonería, el desorden, la falta de principios ciudadanos mínimos, la carencia de dignidad, de amor propio y una lista larga de frases y comportamientos más que no hacen más que justificar esa pereza metida en los huesos que tenemos a la hora de aplicar  la verdadera civilidad, que no tiene nada que ver con protestar tranquilamente por la Lincoln con pancartas de lo más "nice".

Es por eso que me sentí como aliviado, contento, casi orgulloso cuando hace varios días saltó a la luz pública una información que decía más o menos así:
El Instituto Nacional de Protección de los Derechos del Consumidor clausuró este lunes la planta envasadora  Arroyo Hondo Gas, en la República de Colombia, durante un operativo de inspección de Pro Consumidor* y Digenor.
El encargado de la planta fue detenido, debido a que al realizar la medición, casi la totalidad de los dispensadores entregaba unos 2 galones de gas menos por cada 10 galones vendidos, lo que equivale a un robo de unos 160 pesos.

El tipo en cuestión fue sometido a la justicia y el operativo se extendió a varios sectores en donde, al parecer los ladronazos esos, digo los dueños de plantas envasadoras se ocupan de rendir bien sus ganancias pues no es suficiente lo que normalmente les deja el negocio.

Todo esto me hizo pensar inmediatamente: ¡alto ahí muchacho! Pero si cada vez que vas a una planta de gas, o por lo menos a las que has ido, estas tienen un sello de la Digenor que dice: "medidor revisado y autorizado". ¿Entonces? O sea si yo soy la autoridad competente para verificar que no se engañe a la gente y lo permito  por la razón que sea...

Es decir, el padre Víctor Miranda solía decir: “ladrón que le roba a ladrón.... es otro ladronazo”. Después me dije: bueno, pero están haciendo lo suyo, por lo menos han empezado a cerrar “envasadoras de gas” y eso.

Pero la felicidad en casa de “dominicano” dura poco. Al poco tiempo (anoche) leí en el diario en el que trabajo que el señor Julio Santana, director, o ministro, o lo que sea de la Dirección General de Normas y Sistemas de Calidad se quejaba de que Pro-consumidor estaba usurpando las funciones de Digenor al disponer las labores de inspección y cierre de los "timadores".

O sea, usted no hace nada frente al robo flagrante que nos hacen a todos, el Estado incluído y no permite que lo haga Pro-consumidor.

La única pregunta que le tengo al señor de Digenor, (que no da un golpe) a ese insigne, benefactor, salvaguarda, esperanza última, legalista, tan apegado a las leyes y a la Constitución, buen hombre y diligente servidor público, dónde los haya, es: ¿En todo este tiempo, cuántas plantas envasadoras de gas usted cerró por estafa? ¿Cuántos inspectores despidió o procesó la justicia por complicidad?

Recuerde que esos sellos que menciono al principio los pone la Digenor eh?, no quiera cojerme de pendejo, que para eso están los comerciantes.

Bueno fue más de una pregunta pero eso no era lo que quería preguntar en verdad. Mi verdadera pregunta es: ¿Cuándo va usted a entregar su carta de renuncia?

*Dicho sea de paso Pro-consumidor es la única institución que está haciendo el trabajo para la cual fue creado: “defender al consumidor”. Habría que felicitar a la señora Altagracia Paulino, pero que va, no me apunto, ¿saben porqué? Para eso le pagan. Bien hecho, pero sin felicitaciones. De eso se trata, para eso son servidores públicos. Repito: bien por ella, pero para eso le pagan.

martes, 19 de enero de 2010

El testimonio mi amigo Valdi

No se pierdan este relato. Cualquier adjetivo no sería suficiente para calificarlo.